Relatos de pandemia - Texto 1


Por Juan Pablo Monroy Q.


Ese momento en el que quiero despertar y no puedo, sé que solo basta con abrir los ojos, mi mente insiste en quedarse en el sueño. Abro los ojos levemente y me percibo acostado, cuando quiero abrirlos totalmente de nuevo el sueño me hala, me sumerge. Entonces el sueño se vive con una doble conciencia, la del sueño que aun permanece con la de su irrealidad; la mente se empeña en creer que es cierto y la sensación de saber que estoy dormido sin poder moverme a causa del sueño mismo.

Esto me suele suceder muy poco, rara vez incluso recuerdo lo que sueño, cuando sucede es en la mañana cerca de las nueve, cuando mi mente se cuestiona por qué sigo dormido cuando debería estar trabajando, haciendo algo productivo. Pero en el fondo mi cerebro no quiere despertar, no quiere emerger a esta realidad, y no porque sea mejor el sueño, pues en esta ocasión era algo agobiante, como un lamento irracional por sentir que algo o alguien me observaba, nunca pude ver quien era. En serio quería despertar. En los breves momentos de conciencia del sueño dentro del sueño, hubo una vaga sensación de control, sustentado por la certeza de saber que lo que estaba viviendo y sintiendo no era cierto, simplemente no era.

De todas formas, quería despertar, tal vez tener el control de lo real o no es algo que nos supera. La certeza de lo cierto y lo falso, lo justo y lo injusto, lo bueno y lo malo, son solo ese momento de un sueño del cual es difícil despertar. A lo mejor el criterio se construye porque hay sueños en los que decidimos quedarnos sumergidos para poder experimentar ese efímero momento de control y creer que es cierto, entonces, cuando se cree que es cierto, toda posibilidad de conciencia de lo real se queda incrustada en un sueño que, cuando despertamos, ya hace parte de nuestra realidad, esa de la que ya no se puede despertar.

 


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