Los Centauros

Cómo hay ya suficientes mensajeros de las cuestiones "formales" del acontecer nacional, trataré de contar algunas historias alternas. (Ocasionalmente el periodista dentro de mí me reclama por historias) El REAL. #Historiasconcelular.

Los Centauros 



Quiero comprar para ti una casa bella, 

que tenga lirios y claveles al entrar...

Con el habitual ruido de una plaza de mercado, en el centro de Piedecuesta, un pueblo pequeño de Santander, caminan tres personas, dos con sombrero, con un parlante, un cuatro y unas maracas. Motivado por la conexión llanera que tengo con la familia de mi hermana mayor, quienes llevan el llano adentro (y porque por algún motivo oculto esa cultura siempre me ha cautivado, seguramente por la imagen infantil de uno de mis tíos rasgueando enérgicamente un cuatro), me desconecté de la habitual tarea de un esposo cuando hace mercado con su pareja, llevar las bolsas, y me detuve para esperar el informal concierto en medio de frutas, "tomates a dos mil la bolsa", "aguacates dos por cinco mil" y varios "llévelo vecino".  La mujer sin sombrero, pero con gorra para el sol de las once, ubica el bafle en el asfalto y con un micrófono cableado saluda al indiferente público que no se inmuta, inevitable reconocer el acento cadencioso y buena onda del venezolano. Incapaz de acercarme lo suficiente, como si admirar a unos músicos de calle fuera motivo de vergüenza, como si el hecho de hacerlo por monedas le quitara valor a su arte, los escuché de lejos. Tras el primer golpe del cuatro mi músculo horripilador se activó (pensé que eso sonaría mejor que decir "se me puso la piel de gallina" pero creo que no, igual la idea se entiende), luego el siseo rítmico de las maracas que marcan el compás indómito del joropo me termina de capturar. (Recuerdo cuando alguno de esos familiares llaneros me explicaba para tocar las maracas el movimiento es similar al que se hace para ordeñar una vaca y que debían sonar como el galope de un caballo, si eso no es poesía, no se qué lo es)  Tras ese preludio rítmico, melódico, y seguramente famélico (por la hora) emerge un tono agudo y enérgico del llanero cuando arrea el ganado, matizado en los finales con un vibrato que se sacude con fuerza, es la voz de la dama que sin esfuerzo sacude el parlante de baterías que se aguanta ese chorro de voz sin reventar. Disfruté de dos canciones y en la tercera, con un billete en la mano dispuesto para entregárselo, reflexioné sobre ese estúpido sentimiento de vergüenza. Entonces grabé un fragmento, les hice una fotografía y tomé su número de contacto porque me encantaría poder contratarlos de manera formal, los imaginé en liqui liqui, sombrero, cotizas, y subidos en un escenario. Tal vez nada de eso suceda, o tal vez sí. El asunto es que me inspiraron para tomar una decisión aplazada de escribir sobre todo aquello de lo que poco se habla pero que finalmente es lo que nos hace sociedad, cultura, región y nación. Decir hermanos venezolanos suena a demagogia por las malas acciones de algunos, esto lo entenderían los colombianos que en otros países solo les hablan de narcos y drogas como si fuéramos solo eso, somos más que eso y los venezolanos que por cualquier motivo están aquí, también son más que eso malo que solemos recordar más. Y sí, les dí un billete, que no cambiará nada su realidad ni la mía, por eso escribo esto, que a lo mejor a muchos no les importe, pero a otros sí y de eso se trata precisamente. 

...donde se cogan con la mano las estrellas

donde se duerma con el ruido de la mar.



El grupo se llama Los Centauros, viven actualmente en Bucaramanga, Santander, su contacto es 3203341436. Serían una buena opción para dar una serenata, o para llenar un estadio, uno nunca sabe.

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